¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE EL EMBELLECIMIENTO FEMENINO?

¿La Biblia condena el embellecimiento de la mujer? ¿Hay algo malo en el deseo que algunas mujeres cristianas poseen por adornarse? En la mayoría de las iglesias cristianas de la actualidad, especialmente las evangélicas, las mujeres se adornan y se embellecen. Difícilmente algún pastor contemporáneo usará el púlpito para predicar contra el embellecimiento femenino.

Sin embargo, todavía en los días de hoy, hay algunas comunidades cristianas que verdaderamente consideran que las mujeres deben evitar el uso de joyas, el maquillaje y la ropa más llamativa. Para estos hermanos, el embellecimiento de la mujer es visto como algo pecaminoso y contrario a la Palabra de Dios.
El origen bíblico de esta discusión se encuentra básicamente en dos pasajes del Nuevo Testamento; son ellas:

Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2, 8-10).

Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:3, 4).

A primera vista, ante estos dos pasajes escritos por los apóstoles Pablo y Pedro, alguien podría pensar que la Biblia es vehemente contra el embellecimiento de la mujer cristiana. Sin embargo, ¿será que los textos anteriores son una clara advertencia a las mujeres cristianas que les gusta embellecerse, para que abandonen tal práctica?

En el Nuevo Testamento, las epístolas de Pablo, de Pedro y de Tiago, fueron escritas para tratar con los diversos problemas que surgieron en las iglesias locales de aquella época. Uno de estos problemas está relacionado al asunto en cuestión: el comportamiento de las mujeres cristianas en esa situación.
La propia Biblia trae en sus páginas innumerables referencias al uso de joyas y de adornos corporales. No son pocos los pasajes que revelan el hábito que el pueblo de Dios tenía de adornarse, que comparan las buenas cosas con las joyas usadas por las mujeres y de evidencian la belleza que diferencia a una mujer de las demás. Veamos algunos ejemplos a continuación:

Te lavé con agua, y lavé tus sangres de encima de ti, y te ungí con aceite; y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda. Te atavié con adornos, y puse brazaletes en tus brazos y collar a tu cuello. Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza. Así fuiste adornada de oro y de plata, y tu vestido era de lino fino, seda y bordado; comiste flor de harina de trigo, miel y aceite; y fuiste hermoseada en extremo, prosperaste hasta llegar a reinar” (Ez 16: 9-13).

Hermosas son tus mejillas entre los pendientes, tu cuello entre los collares. Zarcillos de oro te haremos tachonados de plata” (Cantares 1:10-11)

Entonces le pregunté, y dije: ¿De quién eres hija? Y ella respondió: Hija de Betuel hijo de Nacor, que le dio a luz Milca. Entonces le puse un pendiente en su nariz, y brazaletes en sus brazos.
Y sacó el criado alhajas de plata y alhajas de oro, y vestidos, y dio a Rebeca; también dio cosas preciosas a su hermano y a su madre” (Génesis 22.47,53).

Como zarcillo de oro y joyel de oro fino es el que reprende al sabio que tiene oído dócil” (Proverbios 25.12)

No hay como negar que los personajes bíblicos dieron, usaron y recibieron joyas, adornos y ropas bonitas y caras con la legítima intención de embellecimiento. En ningún momento hay una condenación de Dios en relación a esto. Incluso en el texto de Ezequiel vemos al mismo Señor adornando a su novia hasta que ella se hiciera hermosa. ¿Cómo quedan entonces esas instrucciones de los apóstoles Pablo y Pedro?
Si observamos todo el contexto de las cartas en que estos dos textos están insertados, veremos que los apóstoles Pablo y Pedro no estaban prohibiendo el uso de los adornos por las mujeres cristianas. Lo que estaban haciendo era un contraste intencional entre el embellecimiento exterior de la mujer y algo mucho más valioso, su embellecimiento interior.

En suma, es cierto que los cristianos, especialmente las mujeres cristianas, necesitan mucha sabiduría y oración para establecer los límites entre lo que es necesario y lo que es superfluo en relación al embellecimiento. Hay un valor superior a los detalles del aspecto exterior de la apariencia: “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada ” (Proverbios 31.30).

Por Tiago Rocha – Traducido del Portugués


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